Un milagro de 50 minutos
Día de partido
Vamos llegando al campo. El buen rollo y los nervios propios de competir se nota entre los chavales (muchos no se conocían entre ellos). Y entonces pasa…
Noto las miradas del equipo con el que vamos a jugar. Esas miradas de… “Uyy, estos” que seguro que muchos de nosotros también hemos tenido alguna vez. Seamos sinceros.
Cuchichean, miran de reojo lo que hacemos y se llevan la primera sorpresa, el calentamiento. Serio, disciplinado, algo que en esta categoría muy pocos equipos hacen.
Comienza el partido.
Y ya sólo son dos equipos de fútbol jugando, se produce la magia tan bonita del deporte. Hay faltas (a veces muchas) porque son chavales duros, nobles, pero que no dan un balón por perdido. Pero jamás un fútbol “sucio”. Y en esas faltas sea para el lado que sea, el rival o al rival, le dan la mano, se ayudan a levantarse y todo es normal.
Y acaba el partido.
¡A veces con una sonrisa en los labios y otras con el enfado de haber perdido, pero entonces ves el MILAGRO! Esa mirada ha cambiado, ya no son “los diferentes, los magrebíes”, sólo son otros chavales más que han jugado a fútbol. Y se saludan tan normal, como lo harían con uno del barrio o del pueblo. Y algunos incluso les preguntan cosas y estos responden en castellano con ellos.
Este milagro dura 50 minutos. En nuestras manos está que sean 24 horas, los 365 días del año. Y para eso solo necesitan que se les dé una oportunidad de demostrar todo lo que valen, todo lo que quieren aprender para estar integrados entre nosotros.
¡A veces con una sonrisa en los labios y otras con el enfado de haber perdido, pero entonces ves el MILAGRO!